Todo lo sólido se desvanece en el aire
A un año del triunfo de Javier Milei, un repaso de algunas de las leyes de hierro de la política argentina que La Libertad Avanza se llevó puestas a fuerza de pura voluntad y ejercicio del poder.
Publicada originalmente en la edicion impresa de El Estadista
“Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado.” La frase la encontramos en el célebre Manifiesto Comunista escrito por Karl Marx y Friedrich Engels en 1848 y hace referencia a la capacidad revolucionaria de la burguesía, cuya aparición junto con el capitalismo puso en jaque una forma de ver el mundo que se presumía inmutable.
Se cumple un año de la victoria electoral de Javier Milei y, si hacemos retrospectiva podemos decir las leyes de la política argentina fueron puestas a prueba, y todo aquello que hasta el 19 de noviembre de 2023 presumíamos sólido, se desvanece en el aire: en abril de 2022 decíamos que todos bailaban al ritmo del punk libertario, hablaban en su idioma y se movían al compás de (en ese momento) un peculiar economista. Hoy, 30 meses después de esas palabras un gobierno hiperminoritario a fuerza de agenda se lleva puesto a los profesionales de la política.
“Sin estructura no se llega”:
La primera regla derribada por La Libertad Avanza es la de que sin estructura no se llega: el PRO se subió a la estructura radical en 2015 para ser competitivo. Javier Milei ganó en 16 provincias en las PASO, en 10 en las generales, y en 20 provincias en el balotaje. Todo esto sin una estructura partidaria, y en muchos casos sin visitar personalmente distritos donde ganó.
El recorrido de la campaña libertaria fue errático: internas, resultados en elecciones provinciales paupérrimos, escándalos por venta de candidaturas e incluso rumores de que se bajaba unos días antes del balotaje. Excepto en las redes, donde la comunidad libertaria exhibe un nivel de organicidad y coordinación altísimo, la campaña en medios y televisiva fue de amateur para abajo y la performance en los debates fue discreta. Para colmo la verborragia en temas que podían escandalizar a la opinión pública (venta de órganos, bebés, armas y analogías de mal gusto) inclinaban las apuestas a favor del superprofesional Sergio Massa.
El triunfo fue rotundo. 56% de los votos y 14 millones de boletas tiñeron de violeta el mapa: la matemática electoral puso KO al peronismo y al PRO en una encrucijada ¿de quién eran los votos? El triunfalismo era matizado en los análisis: el segundo lugar en las generales dejaba a La Libertad Avanza con 37 diputados y 7 senadores. La revolución liberal parecía nacer con el boleto picado.
“Un gobierno en hiperminoria, o negocia y cede, o muere.”
El gobierno de Milei iba a comenzar prácticamente sin escudo legislativo: la cantidad de legisladores propios y puros no alcanzaba ni para protegerse de un intento de juicio político. En este sentido, la retórica discursiva inflamada se iba a chocar con la realidad de las instituciones: íbamos a ver a un gobierno necesitado de aliados permanentemente, debiendo ceder en algunas cuestiones (inclusive ante aliados circunstanciales con muchas ganas de ayudar) y, por, sobre todo, bajar el tono del discurso.
El presidente no solo no bajó el tono, sino que más de una vez subió la apuesta, llamándolos “ratas” y “degenerados fiscales”. Aún con impericia legislativa y más de un traspié (como el retiro de la primera Ley Bases) ha logrado sobrevivir, aprobar la Ley Bases, privatizaciones, ha sostenido el DNU 70/30, negocia un presupuesto, y he resistió dos intentos de insistencia legislativa que amenazaban con derribar el veto a la Reforma Previsional y a la Ley de Financiamiento de las Universidades. Los gobernadores terminaron siendo los campeones del amague: a excepción de un par, todos se sacaron la foto en la firma del Pacto de Mayo el 9 de julio de este año.
En resumen, es un gobierno con iniciativa legislativa que, pese a perder algunas plumas, ha logrado pasar los proyectos más importantes sin ceder un centímetro en la retórica. La percepción es la de un gobierno que se impone a la debilidad legislativa, no cede ante ella.
“Gobierno no peronista que ajusta pierde la calle”
El gobierno de Javier Milei a fines de agosto llegó a cumplir 4 meses sin cortes de calles. El mojón temporal no es intencional: lo más duro del ajuste económico y social se dio en los primeros 8 meses de gobierno, luego la inflación comenzó a ceder, y algunos sectores de la economía empezaron a repuntar. La magnitud del ajuste hacía prever una calle inmanejable. No sucedió.
La voluntad política a veces logra magia: La Libertad Avanza se decidió por avanzar contra las organizaciones sociales que tercerizaban la protesta (y la ayuda) social, a cambio de aumentar muy por encima de la inflación el gasto social sin intermediarios: AUH y Tarjeta Alimentar. El poder de las organizaciones sociales se menguó y transitar por los carriles liberados de la 9 de Julio se hizo costumbre muy rápido. Todo esto a pesar de tener un Ministerio de Capital Humano que lidera el ranking de recambio de funcionarios y que pasó por momentos políticamente muy turbulentos.
“Sin viabilidad política no se doma a la economía”
El corazón del mandato electoral al presidente Milei es bajar la inflación y ordenar la economía. Para La Libertad Avanza, el déficit cero es innegociable. La pelea por el presupuesto actualmente tiene esa discusión como base. Sin déficit cero el gobierno es capaz de hacer caer la aprobación del Presupuesto 2025. Casi 12 meses después de haber asumido Javier Milei tiene la inflación mensual en niveles previos a la gestión de Sergio Massa, el Riesgo País en niveles de 2019, cuentas equilibradas, dólar quieto y una economía que encadena meses de recuperación en algunos sectores. En las encuestas el optimismo lidera, y por primera vez en muchos años la inflación dejó de ser el principal problema. Es cierto, sube el desempleo, pero Carlos Menem arrasó en 1995 con un desempleo de 18 puntos.
Los problemas políticos del partido gobernante fueron evidentes: desprendimientos legislativos, cambios de gabinete, peleas políticas con socios y demasiados enemigos en el periodismo. Un cóctel que, se presumía, atentaba contra la capacidad de implementar un programa económico que cumpla con la promesa central de la campaña. La pregunta es que tanto se puede sostener este aparente camino “exitoso”.
Los primeros 12 meses del gobierno en definitiva son la historia de una serie de “leyes” que se fueron cayendo. Es cierto que apenas van 12 de los 48 meses que Javier Milei pasará en el Sillón de Rivadavia, y que, así como las reglas sólidas que estructuraban la política argentina aparecen frágiles, frágil también es el equilibrio sobre el cual hoy se sostiene el experimento libertario.
La pregunta que debemos hacernos es si la hipermediatización, el auge del territorio digital y la metamorfosis de la vida social en la sociedad post-internet no le imprimen a la realidad política una vertiginosidad que hace que, como aquel capitalismo que describía Marx, todo lo que percibimos sólido (en este caso las reglas no escritas de la política) se desvanezca en el aire.